Cuentos de café
Diego Paolinelli

¡¡¡Que sea la última vez!!!
  • ¡¡¡Que sea la última vez!!!

    Ilustración: Negro Godoy

Sentada en la misma mesa de la cafetería donde, años atrás, habían tenido su primer encuentro, volvió a mirar la hora en su teléfono.

Luego posó su vista dentro del jarro que aún guardaba unas gotas de café en el fondo, sobre el plato de color blanco la pequeña cuchara descansa a su lado. Mientras un sobre de azúcar vacío, hecho una bolita juega entre sus dedos nerviosos.

Su mirada ahora se desliza desde la entrada principal a la gran ventana a un lado de la mesa que ella ocupa.

Pasan los minutos y la moza se acerca a su mesa para ofrecer nuevamente su servicio. Repitió el pedido de café negro en jarro, esta vez sin azúcar. Decidió que sería paciente quién aún no llegaba a la cita.

Giró un par de veces la cuchara para templar la infusión, dentro de la taza.

Su mano tomo de forma temblorosa el jarro por el asa y sorbió su café, con la mirada fija ahora en la ventana. Poca gente circula por la vereda, mientras el tránsito es intenso en la calle con vehículos de distintos portes, pero ninguno parecido al que él conduce.

Colocó suavemente el jarro sobre el plato y entretanto reflexionó que si definitivamente había llegado a su fin esta historia, esta relación de vida juntos, donde construyeron un amor de pareja. Basados en el respeto mutuo, la amistad que trascendió épocas, la atracción y el deseo físico, pero fundamentalmente se consolidó a través del diálogo.

Mas allá que no pueda plasmarse en una nueva oportunidad de seguir fabricando nuevos momentos y experiencias de a dos, por lo menos que el diálogo sea la despedida.

Sin embargo el tiempo se le había escurrido en silencio.

Bebió el último trago que restaba de su café, levantó y agitó su mano para solicitar la cuenta.

Luego se abrigó para enfrentar el frío matinal de ese invierno, cruzó su cartera su hombro y cuando cerró la puerta principal de la cafetería detrás suyo, el sol pleno en su rostro la obligó a cerrar sus ojos, apretando fuertemente los párpados.

Entonces notó su cuerpo perder la vertical e ir cayendo de espaldas como en cámara lenta al vacío.

Pero para su sorpresa al llegar a lo que ella consideró el suelo, no recibió el impacto duro de la acera…sino sintió hundirse apenas en el blando abrazo de un colchón.

Cuando pudo aflojar la tensión de sus párpados para abrir sus ojos nuevamente, se vio cobijada por las sábanas y cobertor de su cama.

Se giró levemente para descubrir a su compañero plácidamente dormido a su lado.

Reaccionó con una leve sonrisa en sus labios y luego se sentó en la cama poniendo como respaldo su almohada y recogiendo sobre sí parte de la manta, lo que despertó a su hombre.

Él bostezó, frotó sus ojos con ambas manos y murmuró con su voz aún adormecida:

-“Buenooos díasssss”

A lo que ella respondió con voz enérgica, mientras fruncía el ceño:

-”Má qué buenos días ni ocho cuartos….¡¡¡Qué sea la última vez que me dejas plantada en el café!!!”.

Fin

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