La primera vez que puse realmente atención en el técnico de la Selección de Fútbol de Argentina: Lionel Scaloni, fue en la Copa América de Brasil en el 2021, apenas salíamos de la “pandemia” y con Estadios casi vacíos se disputo el que sería, el primero de los cuatro torneos consecutivos en los que se coronaría Campeón (Copa América 2021, Finalísima 2022, Copa del Mundo 2022 y Copa América 2024, hasta la fecha de hoy).
Pero volviendo a la imagen del Director Técnico, un señor de unos treinta y pico (casi cuarenta) años, prolijamente peinado, su rostro recién afeitado, portando una pequeña carpeta o agenda, siempre vestido con una remera blanca, pantalón buzo azul con tres tiras blancas y zapatillas negras también con las tres tiras blancas, me dije es igual a mi Profe de gimnasia de la Primaria.
Cabe aclarar que mi desarrollo en la escuela primaria fue entre los años 1973 al 79, en la Escuela N°10 Domingo Faustino Sarmiento, en la ciudad de Zárate. Y recién a partir del 4to grado, comenzamos a tener Educación Física (para nosotros gimnasia). Luego de tener maestras en los distintos años, a las cuales se les decía “Señorita + su nombre de pila”. Por primera vez teníamos un Profesor, el señor Juan Domingo “TITINO” Badalamenti.
El profe Badalamenti, llamaba la atención de todos los chicos de mi curso, porque a pesar de tener la edad y la forma de expresarse de la mayoría de nuestros padres, siempre lo veíamos vestido con ropa deportiva, lo que no era usual en los adultos de esa época. La mayoría de los hombres de treinta, se dedicaban a su vida profesional o familiar y el deporte había quedado en el recuerdo.
Titino, nos enseñó mucho mas cosas que solo el gusto por el deporte o la actividad física. Desde su incansable paciencia para hacernos comprender que debíamos tratar bien a nuestro cuerpo y además conocerlo.
Todas sus clases tenían un sentido y un concepto, para ir desde lo básico a lo complicado. Comenzando por una buena postura corporal, luego caminar acompañando cada paso con el movimiento justo de brazos y la respiración adecuada. Luego fue trotar, por último correr y saltar.
Porque según nos contaba, una vez que aprendiéramos a correr y coordinar nuestros movimientos, podríamos practicar cualquier deporte, pero lo fundamental era que eso nos permitiría jugar libremente.
Los dos primeros años, sus clases fueron en patio de la Escuela, que en ese entonces me parecía enorme. Una vez que comenzamos a conocer y coordinar nuestros cuerpos, comenzaron los ejercicios gimnásticos, que siempre alternando con juegos que hacían realmente entretenida la hora de su clase.
Amante del voley, había diseñado dentro del patio de la escuela, con los escasos recursos que había en la escuela pública, con una soga atada entre dos plantas y trazando los límites de la cancha con tiza sobre las baldosas grises y como elemento una pelota que traía desde su casa. Ese juego adaptado, no solo lograría generar un espacio competitivo sano, donde la regla primordial era hacer los tres pases entre compañeros antes de pasarlo a el lado contrario en búsqueda del gol (anotación), nos dejó el mensaje claro del JUEGO EN EQUIPO.
Llegado a Séptimo grado, donde ya las clases de educación física, se habían trasladado al Club Náutico Zárate. Nos esperaba puntualmente en la puerta y nos acompañaba hasta el playón deportivo (que hoy se encuentra al lado de la pileta de natación). Viendo que la mayoría de ese grupo se destacaba en basquetbol, armó un equipo que ganaría las instancias locales, zonales, regionales y llegó a disputar el Torneo Provincial Intercolegial que se disputó en Trenque Lauquen.
Viajamos con toda la ilusión, acompañados de padres, algunos docentes y miembros de la cooperadora.
Llegamos a la final, pero fuimos derrotados por un gran equipo de Junín (del cuál años mas tarde varios jugaron profesionalmente en la Liga Nacional e incluso un par fueron parte de la Selección, previo a la Generación Dorada). Luego de ese partido, donde varios compañeros lloraban por la derrota, el Profe también tuvo el gesto educativo diciendo que: “Había sido muy importante el trayecto y trabajo de todo el año. Solo puede haber un Campeón y ellos mostraron que fueron mejores que nosotros hoy, no tienen que reprocharse nada. Que debíamos estar orgullosos de lo hecho y que fuera el motor para seguir entrenando por el gusto de jugar y que de esa manera, los resultados tarde o temprano se iban a dar”. Y fue así, en lo personal.
Pero si hay un momento que me quedó grabado en la memoria sobre este gran docente, que nunca se dirigió hacia ninguno de sus alumnos de forma grosera, el que conocía cada uno de nuestros nombres y así nos llamaba. Sin la necesidad de un alias u otros apelativos despectivos. Ese señor tan formal se permitió un sutil improperio sobre uno de nosotros.
Recuerdo que era una mañana de Quinto grado y en una de sus clases, donde estábamos todo el grupo de varones de los tres salones practicando algunos ejercicios gimnásticos complicados para nuestra edad, rol hacia adelante y hacia atrás, verticales y media lunas, entre otros. Un chico, que no era muy coordinado, había logrado hacer uno de estos y en su gran necesidad de llamar la atención, desde un extremo del patio, lo llamaba al profe para mostrar su logro, mientras este se encontraba en el otro sector viendo a otros alumnos. Tanta fue la insistencia del muchacho que a los gritos lo convocaba “Mire Titino…¡mireeee! Me salió la media luna” . Y cuando el Profe miró, ante tan porfiada convocatoria, el joven sin dejar de mirar hacia él, intentó repetir el movimiento, pero el exceso de entusiasmo o la suerte, le jugó una mala pasada y termino de boca en el áspero piso de mosaicos. El profe Titino, salió corriendo a socorrer al golpeado niño, al cual le sangraban al unísono, nariz y boca…pero varios le escuchamos decir: “En todo grupo, siempre hay un SALAME”.
Y, a pesar que pasaron muchos años, la memoria me trae esa frase, y me permito usar entre mis amigos o colegas, cuando yo o alguno de ellos se manda una macana.
Siempre estarás en mi memoria y en la de muchos de los que tuvimos la suerte de tenerte como Profesor, querido TITINO.