Cuentos de café
Diego Paolinelli

La respuesta inteligente
  • La respuesta inteligente

    Ilustrado por: @NEGROGODOY

Pablo acababa de salir del teatro con Roxana, su pareja. Se encaminaban al restaurant que habían reservado previamente, tomados de la mano, todavía envueltos en la magia de los sentimientos que surgieron de la obra. Juntos disfrutaban de la calidad de un buen texto, contado perfectamente, con los espacios donde pasaban de la risa a la emoción sin escalas. Llegaron a la mesa, se acomodaron y gentilmente agradecieron la pronta atención del mozo con la carta. Sabiendo que era una noche de mucho trabajo, por la cantidad de gente que había en el lugar, solo eligieron el vino y aceptaron la sugerencia para el plato principal. Entonces aprovecharon el tiempo, compartiendo lo que les había dejado el show. Él ya conocía la mayoría del espectáculo, ya que leyó la mayoría de los cuentos del autor, y le cedió la palabra a su compañera para que comentara lo que le había parecido. Ella, dijo que se sorprendió por la variedad de historias cotidianas, en las que se veía a si misma protagonizando alguna de las narraciones. Entonces hizo una pausa y le comenta a Pablo “¿sabes qué encontré algo que me llamó mucho la atención? Viste la parte donde el protagonista cuenta que cuando iba a la Primaria y en un recreo recibió un comentario despectivo de un compañero, delante de todos, incluida la nena de la que estaba enamorado. Le dijo que estaba tan gordo, que tenía más tetas que todas las chicas del curso… todos hicieron un silencio sepulcral y lo miraron a la espera de una respuesta, y él se tomó un segundo…estaba paralizado, si respondía a esa agresión gratuita con otra agresión, no sabía dónde terminaba la cosa, si se quedaba callado y se le caía un lagrimón por la bronca, se lo iban a recordar cada día de clases hasta que termine la primaria y tal vez la secundaria. Entonces…sacó de la galera una respuesta graciosa que todos festejaron, incluso el agresor. Resolvió una situación que lo hubiese puesto en el lugar de la Victima, y paso a ser el Gracioso del grado”.

Él, que la escuchaba atentamente, le dice: “si, que buena esa parte, encontró la manera de responder con altura, usando el humor y no dejó lugar para que lo siguieran molestándo”.

Pablo continuó: “¿sabes que pienso?, la vida sigue a través de los años poniéndonos en una situación de patio de escuela… en la familia, en el club, en el trabajo…y uno debe decidir si va a ser la victima de la violencia injustificada de otro, o usar una RESPUESTA INTELIGENTE para frenar definitivamente el ataque, defendiendo tú lugar”.

Roxana conociendo a su compañero lo alentó: “seguro tienes una historia de las tuyas que te acordaste”..…Él sonrió cómplice y ante tal invitación arrancó:

“Yo tenía apenas veinte años y estaba tomando mi primer trabajo estable. Era en una Oficina Técnico Administrativa de una Planta Fabril. Ahí convivíamos un grupo bastante heterogéneo de personas. Solo dos mujeres, la mayor que era la Asistente directa del Gerente del sector, una joven de mí edad y luego ocho hombres. Una de las particularidades de ese lugar era que, festejábamos todos y cada uno de los Cumpleaños de los que componíamos la Oficina. El cumpleañero tenía que llevar sándwiches de miga y el resto se encargaba de las gaseosas y la torta o algo dulce. Pero siempre habían invitados, bah era una forma de decirles ya que no aportaban nada, pero como este lugar estaba al lado de la única cafetería de la Planta, varios Jefes o Gerentes de Sector pasaban por ahí antes de retirarse a las 18 horas y se convidaban al festejo. Entre estos personajes de los supuestos invitados, había uno que no caía de casualidad a cada evento, ya que se había tomado la molestia de pasar por la Oficina de Personal (ahora llamadas Recursos Humanos) y agendarse uno por uno cada fecha de cumpleaños de los miembros de la Oficina Técnica.

El Ruso era el típico canchero, un joven ingeniero que gastaba lo que tenía y hasta la que no tenía, para comprarse la ropa de moda o cambiar el auto por un último modelo. Siempre entraba haciendo chistes, que ya conocíamos todos de los repertorios de viejos cómicos de la Televisión y nos reíamos por compromiso, o haciendo comentarios fuera de lugar a alguno de los compañeros, lo que realmente molestaba a la mayoría.

Cuando el Gerente de la Oficina se enteró de la situación, nos dijo: ”A este lo dejamos afuera del próximo festejo, lo vamos a hacer a las 17”

Y fue así que a los pocos días cuando cumplió años uno del Equipo y como dijo Jefe, cortamos con las tareas a las 17 e iniciamos el festejo. Cuando faltaban 15 minutos para las 18 hizo su entrada el Ruso, como siempre…pero esta vez para su sorpresa, la bandeja de sándwiches estaba vacía y apenas quedaban un par de masas dulces y los fondos de las botellas de gaseosas. Su cara empezó a ponerse colorada, no podía más de bronca…se había quedado afuera, pero ¿Cómo? se preguntaba, si siempre las comidas eran a la hora de la salida. Y tanta fue su calentura que, para no pasar desapercibido en la reunión, que ya estaba terminando y nadie se entusiasmó con su llegada. Entonces hizo foco en uno de los participantes, qué a diferencia de él, SI había sido invitado, para dedicarle una de sus consabidas gastadas.

Se trataba del Jefe de Seguridad e Higiene, un hombre de más de 50 años, solterón y que aún vivía con su Madre. Lucia sus botines de seguridad siempre impecables y lustrados, combinada su ropa hasta el detalle, unos pequeños anteojos bifocales de marca internacional, un bigote finito y como sus escasos cabellos, peinados y recortados. Todos sabíamos que era gay, en una época donde salir del placar era más denostado que confesar un crimen. Pero en la Oficina todos lo respetábamos por su don de buena gente y porque era más valiente que muchos que se decían muy Hombres, cuando hubo un accidente trágico en la Planta años atrás, fue el primero que se metió dentro de una máquina para rescatar y salvar la vida de un Operario.

Fue entonces, cuando el Ruso con su voz socarrona y en un tono alto le dijo: “¡¡¡Che Ariel!!!”, todos lo miramos, y continuó…..”¡¡¡Che Ariel!!….y vos…¿cómo te hiciste Trolo?”. No podíamos creer, que necesidad la de este tipo de semejante comentario. Todas las voces se callaron y las miradas se fueron hacia el agredido, que estaba sentado en una silla junto a uno de los escritorios, con sus piernas cruzadas y sorbiendo un trago de café…apoyo la taza en su platillo y sin dejar de mirar a su agresor…respondió a su pregunta, con un ademán de su mano señalándolo, en un tono más que cordial.….y de manera inteligente…


“Cómo Vos Ruso…PREGUNTANDO”

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